La Depresión en el Adulto Mayor: un desafío silencioso que debemos atender

En la etapa de la vejez, muchas personas enfrentan cambios profundos en su vida: jubilación, pérdida de seres queridos, enfermedades crónicas o limitaciones físicas. Estos factores pueden afectar el estado emocional y, en algunos casos, desencadenar depresión, un problema de salud mental que muchas veces pasa desapercibido o se confunde con el proceso natural de envejecer.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce la depresión como una de las principales causas de discapacidad en el mundo, y advierte que los adultos mayores son un grupo especialmente vulnerable. Estudios recientes señalan que entre el 10% y el 20% de las personas mayores experimentan síntomas depresivos, aunque muchos nunca reciben diagnóstico ni tratamiento adecuado.

¿Cómo reconocer la depresión en el adulto mayor?

Los síntomas pueden ser diferentes a los de una persona joven. Entre los signos más comunes están:

  • Tristeza o irritabilidad persistente.
  • Pérdida de interés por actividades que antes disfrutaban.
  • Fatiga, insomnio o exceso de sueño.
  • Cambios en el apetito o peso.
  • Aislamiento social.
  • Sentimientos de inutilidad o culpa.

En ocasiones, la depresión puede manifestarse como dolores físicos o quejas somáticas (dolor de cabeza, molestias musculares, problemas digestivos) sin una causa médica aparente.

Factores de riesgo

El aislamiento social, la falta de propósito, la soledad, la pérdida de independencia y las enfermedades crónicas (como la diabetes, el Parkinson o el Alzheimer) aumentan el riesgo de depresión en el adulto mayor. También influyen factores como la pérdida de roles familiares o la falta de redes de apoyo.

Prevención y abordaje

La depresión en la vejez no es una consecuencia inevitable del envejecimiento. Con acompañamiento profesional, actividades significativas y redes de apoyo sólidas, es posible prevenirla y tratarla.
En Hogar Dulce Otoño trabajamos desde un enfoque integral que combina:

  • Terapias ocupacionales y cognitivas, que estimulan la mente y refuerzan la autoestima.
  • Ejercicio físico adaptado, que mejora el ánimo y la salud general.
  • Intervenciones psicológicas personalizadas, para trabajar las emociones y recuperar el sentido de propósito.
  • Actividades sociales y recreativas, que promueven la conexión y la alegría de vivir.

El acompañamiento constante, el afecto y la atención individualizada pueden marcar la diferencia. Promover la salud mental en nuestros adultos mayores es también una forma de dignificar su vida.

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